Llegando a Tanegashima
Llegando a Tanegashima.
Cuenta la leyenda que allá por el mil quinientos cincuenta y pico un navío mercante portugués muy maltratado por una tormenta, llega a Tanegashima, una remota isla de la costa oeste del Japón. Su capitán ordena amarrar la nave para hacer las reparaciones necesarias y reponer agua y comida.
Con ese propósito busca entrevistarse con las autoridades de la isla para hacer lo que mejor hacían los portugueses en esa época: comerciar.
Y va con su arcabuz de mecha.
Se produce el encuentro y el Señor de la isla en ese primer contacto queda hipnotizado por esa fabulosa arma, mientras que casi ni escucha lo que los extranjeros tratan de decirle no puede dejar de mirarla. El Capitán portugués, a pedido de los japoneses y tratando de lograr un acercamiento, da una demostración del poder del arcabuz realizando un disparo.
Las autoridades japonesas se quedan encantadas con semejante tecnología, identificando enseguida el potencial del arma de fuego y la invalorable aplicación estratégica que lograría tener la posesión de esas armas en el "teatro de operaciones" que era la sociedad japonesa de esa época.
El jerarca japonés le hace las más diversas ofertas a cambio de aquel arcabuz, pero el comerciante portugués las rechaza una tras otra, en parte por ambición en parte por temor.
El Señor de la isla (un tipo muy hábil) finalmente decide dar un gran agasajo a los portugueses.
Ambos, portugueses como japoneses, se despreciaban y subestimaban entre sí, percibiéndose mutuamente como unos bárbaros y brutos, así que imagine Ud. el ambiente de aquella enorme celebración en honor a los Extranjeros.
Comienza la gran fiesta, los manjares y las bebidas corren parejo con las nuevas ofertas del Señor de la isla al comerciante portugués, siendo rechazadas una y otra vez. Finalmente hicieron su aparición las geishas, pero ni con este recurso logró avances en la negociación de aquel arcabuz. Duro seguía el portugués.
Hasta que de pronto... (y siempre, en una leyenda se llega a este punto) el inquebrantable comerciante quedó pasmado ante una de las jóvenes damas de la corte presentes en ese festejo. Su mandíbula inferior cayó fláccida, mientras que los ojos tomaban una morfología que ni en Japón es desconocida. La joven era de una belleza como no había visto jamás en todos sus viajes, de una delicadeza indescriptible. El comerciante quedó cautivado. Indefenso.
Y a merced del japonés, ya que por esas cosas que tiene la vida, esa joven no era otra que la hija del Señor de la Isla de Tanegashima.
Y así fue como según la leyenda, el Japón no solo adquirió su primer arcabuz, sino que este comerciante portugués le dio también todos los conocimientos
que tenía sobre su fabricación, utilización, etc. Y en la leyenda no figura, pero seguramente también le dio algunos nietos.


Por otra parte, y como es lógico, una de las principales diferencias es que los japoneses utilizaban la madera local para fabricar los Teppo, el cerezo, generalmente ornamentada.
Hay múltiples modificaciones que se produjeron a lo largo del tiempo para habilitar las armas de fuego a la vida y cultura japonesa, que se pueden encontrar en esta página, donde también he sacado la leyenda.
En ella se comenta que el arcabuzero japonés era tratado con gran respeto, y que el propio Teppo era tratado como uno más en la familia. Su estátus era sólo superado por la mítica Katana.

El caso es que el Keppo permaneció en este estado aislado, perfeccionándose poco a poco pero sin influencias del extranjero, hasta que en 1853 el Comandante Matthew Perry y su flota de la marina yankee desembarcaron el la Bahía de Tokio. Aquí el autor de la página macareada relata lo que fue una nueva leyenda de Tanegashima, pero esta vez con navíos a carbón, cañones por doquier, marines armados con fusiles rayados de percusión y un Colt Navy del '36 en la cintura del Comandante, contra unos guerreros samurais con katanas y arcabuces de mecha.
La nueva leyenda de Tanegashima dio un nuevo fruto, el Murata 13 (año 13 del periodo Meiji, en realidad 1880, el primer fusil militar de infantería diseñado en Japón, pero con su tónica habitual de copiar a los demás (tónica habitual de los TAN igualmente), basándose principalmente en el Mauser alemán 1871, el Beaumont holandés 1871 y el francés Gras 1874.

Finalmente, sólo queda agradecer la leyenda y resto de información al autor del artículo original.
Etiquetas: Capca
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