lunes, 16 de marzo de 2009

Diario de Batalla TAN: El Regreso de Al-BarkII

Creo recordar una vieja historia silenciada hasta hoy. Hace mucho tiempo, pero mucho mucho pero que requetemucho tiempo (si no preguntadle a Bundy), se nos encomendó una tarea cuyo éxito o fracaso decantaría en los posteriores años el bienestar económico de la región y aseguraría la estabilidad de la población civil.

Al-Bark, jefe tribal al noreste de Afgorinistan nos pidió ayuda para desviar su mercado de opio hacia Panikistán debido al incremento de fuerzas internacionales en la zona. Este transporte ayudaría económicamente a la población de la zona y, sobre todo, evitarían problemas con las fuerzas internacionales al no ser ya sospechosos de albergar un mercado de opio.
Por supuesto, las razones de Al-Bark no eran tan humanitarias, y nosotros cobraríamos por nuestra labor. Aunque al final logramos ayudar a nuestros vecinos y amigos, la pela es la pela.

Nos dirigimos al cañón de los Monegros, en la zona afgoriniana de Tardienta. Fue un duro viaje pues bajamos de las nevadas cimas de nuestra tierra, donde nuestros burros tuvieron serios problemas (luego de hecho pinchamos una rueda digoooo pata y todo).
Cuando por fin llegamos al punto de encuentro se nos dijo lo que teníamos que hacer. Nuestra era la labor de transladar los fardos de opio mientras otro grupo de apoyo liderado por Varego, hijo bastardo de Alláh, nos quitaba a los infieles de encima.

Disponíamos de varias bolsas tipo Carrefour para transladar la droga, pero teníamos un número muy reducido de éstas. Cada enemigo caído podía proporcionarnos una más, por lo que cuantas más cabezas infieles cortáramos más droga podríamos desviar.
O'Hara lideraba esta vez nuestra escuadra. Debíamos encontrarnos con nuestro compañero Gavioto, experto en pesos y medidas, y que él introdujese la cantidad exacta de opio en cada bolsa. No podían salirse de cierto peso, y Gavioto aprendió a clavarlo tanto que parecía el carnicero del barrio poniendo medio kilo de pechugas de pollo, pero con opio. Una vez dispuestos los fardos (uno por persona), nuestra labor era transladarlos al punto de extracción.



El encarnizado combate en el cañón de los Monegros nos dió al comienzo en toda la frente, pues nuestro grupo de apoyo se dispuso a preparar una emboscada que no tuvo el éxito esperado. El enemigo sobrepasó rápidamente el primer bache, y nosotros éramos el siguiente paso. O'Hara indicó que cubriéramos todo el perímetro, por lo que me adelanté unos metros hasta una pequeña abertura hacia la loma desde donde podía localizar posibles enemigos. Y así fue. A lo lejos veía enemigos como Cepo, Lobo o Wizard, que avanzaban hacia nuestra posición con cierta premura. Una vez avisados mis compañeros empezamos a abrir fuego en un intento de contenerlos, pero como buenos talibanes nuestras réplicas empezaron a fallar y acabamos siendo heridos. Un muy mal comienzo, tuvimos que retirarnos perdiendo todos los fardos en el
intento.





Una vez en un lugar seguro procedimos a mejorar nuestra organización. Dimos un rodeo para evitar francotiradores en el cañón, y aunque avanzábamos por una llanura la estratagema sirvió para acercarnos sin ser vistos. Fue fácil porque la verdad es que tampoco había nadie para vernos... pero quedó muy guapo, que es lo importante. Establecimos un punto seguro a cubierto pues localizamos varios tiradores provistos de réplicas de largo alcance al otro lado del cañón. Mientras Orz y yo intentábamos obligarles a la retirada, O'Hara y Vinyard se dispusieron a bajar al cañón, encontrarse con Gavioto para proveerle de material y subir por el otro lado para pillar desprevenido al enemigo.
El éxito nos dió mucha ventaja sobre el enemigo, pues una vez eliminados éstos, el resto del contingente se encontraba luchando contra los hombres de Varego en el punto de extracción. Y ganábamos. TAN se dividió. O'Hara y Vinyard quedaron asegurando la posición de Gavioto mientras que Orz y yo corrimos hacia el punto de extracción para dejar los primeros fardos. Una vez llegamos nos encontramos una situación compleja, pues aunque nuestros compañeros estaban manteniendo al enemigo sus constantes oleadas ponían en peligro el punto de extracción. Decidimos abandonar momentáneamente nuestra misión original para ayudarles, por lo que subí a una loma para llamar a mis duros compañeros. En la batalla conseguimos abatir a gran cantidad de infieles.
Desgraciadamente, en el fragor de la batalla nuestros sentidos nos juegan malas pasadas, como le ocurrió a Varego. Aunque todos le tengamos en tan buena estima, tampoco él es perfecto. Ocurrió que teníamos un tirador escondido en la maleza y procuré una vía por la que no pudiera localizarme para poder eliminarle. Mala suerte que Varego disparó sin identificar el blanco, pues de un sólo y certero tiro dió al garete con mi estratagema. ¡Sanitario, sanitario! Nadie es perfecto.
Luego todo volvió a la calma. El enemigo fue literalmente aplastado, no hubo margen para la derrota. Volvieron cabizbajos a su base, y aunque luego lo siguieron intentando nunca volvieron a llevar la iniciativa. Tuvimos un momento de relativa calma en la que estuvimos transladando fardos sin obstáculo alguno, corriendo por el cañón con la lengua fuera. Hay que dejar de fumar.

Al rato fuí llamado por O'Hara, pues todos los TAN excepto yo estaban en primera línea de las defensas. Se ve que nos habían sorprendido en un último y desesperado ataque en masa, pero para cuando llegué mis bravos compañeros y los duros hombres de Varego habían aniquilado a cada infiel que asomó la cabeza. Mi labor se redujo a recoger bolsas...

El enemigo ya no era un problema. Con todo un equipo de apoyo protegiendo la droga y el equipo TAN al completo transladando los últimos fardos el fin de la misión estaba cerca. Pero de pronto algo se torció.Vinyard y yo estábamos subiendo el cañón cuando varios tiradores nos sorprendieron. Tuvimos que escondernos en una pequeña cuneta y responder al fuego desde la protección y refugio de matas, árboles y tierra. El tiroteo estaba muy compensado, ninguno disponía de una ventaja clara sobre el otro hasta que, de nuevo (y por decimoinfinita vez), nuestras armas volvieron a fallar. Quedamos allí, sin poder responder al fuego enemigo, tirados en una cuneta, esperando a que nuestros compañeros vinieran a rescatarnos, temerosos de que el enemigo se diera cuenta de nuestra carencia.

Allí estábamos, desnudos en tierra de nadie, sin un modo de huir, sin una forma de responder al enemigo. No sabemos muy bien cómo pero, como siempre, sobrevivimos y vencimos, del mismo modo que volveremos a hacerlo el 28 y 29 de marzo en la Noble Freedom.

Etiquetas:

5 comentarios:

Anonymous Anónimo ha dicho...

No juzguéis la maquetación, no entiendo por qué se lee así...

16 de marzo de 2009, 8:18  
Anonymous Anónimo ha dicho...

Que buen relato, jejejeje

Aunque tarde, pero culpa de Bundy :D :D

Anda que no me disteis trabajo los TAN con tanto sanitario que pedíais... jejeje

Rober y yo en este relato somos los hombres de Varego, jejejeje, como para que se queje :D

16 de marzo de 2009, 9:46  
Anonymous Anónimo ha dicho...

Tú!! que Varego no es perfecto? no jodas... igual no lo hizo sin querer. Quien sabe, yo tb te pegaría un tiro si pudiese...

16 de marzo de 2009, 10:45  
Anonymous Anónimo ha dicho...

cojonudo. solo puedo quejarme de que, una vez más, el T.A.N. acaparador de fotos se salga con la suya. Basta de fotos guays de capca! el resto somos mas guapos y tenemos bigote!!

16 de marzo de 2009, 14:34  
Anonymous Anónimo ha dicho...

Buen relato muchachos

16 de marzo de 2009, 15:54  

Publicar un comentario

Suscribirse a Enviar comentarios [Atom]

<< Inicio